Tratados morales by Cicerón

Tratados morales by Cicerón

autor:Cicerón
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Océano
publicado: 2012-10-02T00:00:00+00:00


Capítulo X - Qué cosas admiramos y cuáles despreciamos

Mas para que nadie se admire que siendo común opinión de todos los filósofos, y que yo mismo he asentado muchas veces, que el que posee una virtud las posee todas, ahora las separo de modo que pueda ser uno justo sin ser al mismo tiempo prudente; entiéndase que una es la sutileza con que se adelgaza la verdad en la disputa y otra cosa cuando se acomoda el modo de hablar a la opinión común de las gentes. Y así hablando ahora con el vulgo, digo que hay unos hombres fuertes, otros buenos y otros prudentes; por ser preciso adaptar nuestro lenguaje al común modo de hablar; y lo mismo hizo Panecio. Mas volvamos a nuestro asunto.

De las tres circunstancias que contribuyen a la gloria, era la tercera el que fuésemos reputados por dignos de honra con cierta admiración de los hombres. Admírase por lo común, en general, todo aquello en que se nota grandeza y esplendor extraordinario, que se aventaja a la opinión; y en particular si se advierten algunas prendas inopinadas. De modo que veneran mucho los hombres, y levantan con alabanzas hasta el cielo a aquellos en quienes les parece que observan excelentes y singulares virtudes; y al contrario, desprecian y tienen en poco a aquellos en quienes no hallan virtud, ni espíritu. Mas no desprecian a todos aquellos de quienes hacen mal concepto; porque a los que tienen por malos, engañadores, mal hablados y dispuestos a ofender a los demás, a éstos no los desprecian, sino juzgan mal de ellos. Por lo cual (como ya he dicho) son despreciados los que ni son para sí ni para nadie, como se suele decir, hombres inútiles, sin industria, cuidado ni habilidad para cosa alguna. Últimamente se admira a aquellos de quienes se hace juicio que sobresalen entre los demás en virtud y que no sólo no se han dejado corromper de algún género de torpeza, mas tampoco de todos aquellos vicios a que difícilmente resisten los demás.

Porque en unos, los deleites, que son sirenas encantadoras, apartan de la virtud la parte más noble del ánimo; a otros, les angustia sobremanera el ver asestada contra sí la flecha del dolor; y a todos finalmente perturban muchísimo los intereses de la vida, de la muerte, de las riquezas y de la necesidad. ¿Pues quién no admirará el esplendor y gloria de la virtud de aquellos que muestran su heroísmo en cualquier fortuna, y que sólo los arrebata y lleva tras sí el objeto honroso y honesto que se les ponga delante?



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